Caracolas y poesía

Polinices-didyma
El mar, la playa, las caracolas… han sido motivo de inspiración constante de poetas y escritores de todo el mundo y de todos los tiempos.
Muchos son los poetas que enamorados de las conchas y de las caracolas marinas las han admirado, les han dedicado sus versos e incluso las han juntado y coleccionado. Qué mejores ejemplos para recordar que las excelentes colecciones de la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou, o del poeta chileno y Premio Nobel, Pablo Neruda.

Mar y literatura parecen caminar juntos y las caracolas con su elegancia y su suavidad, son como poemas naturales inspirados en el eterno vaivén de las olas y escritos por la mano de un artista invisible, porque como dijo el poeta mexicano Octavio Paz: “el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal” (Octavio Paz, “El arco y la lira”).

Lo cierto es que el mar, a veces suave y tranquilo, otras tormentoso y dañino, así como las caracolas con su belleza y su tersura, han sido desde siempre fieles compañeras de viaje de poetas y escritores. A manera de ejemplo recordemos a algunos de ellos:


Caracola

Me han traído una caracola.

Dentro le canta un mar de mapa.
Mi corazón se llena de agua
con pececillos de sombra y plata

Me han traído una caracola.

Federico García Lorca
Canciones

El otoño vendrá con caracolas
uva de niebla y montes agrupado…

Federico García Lorca
"Llanto por Ignacio Sánchez Mejías"




En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito.

Pablo Neruda
Residencia en la tierra II.

Hermano, ésta es mi casa, entra en el mundo
de flor marina y piedra constelada
que levanté luchando en mi pobreza.
Aquí nació el sonido en mi ventana
como en una creciente caracola
y luego estableció sus latitudes
en mi desordenada geología.

Pablo Neruda
Canto general.

De California traje un múrex espinoso,
la sílice de sus púas, ataviada con humo
su erizada apostura de rosa congelada,
y su interior rosado de paladar ardía
con una suave sombra de corola carnosa.

Mas tuve una cyprea cuyas manchas cayeron
sobre su capa, ornando su terciopelo puro
con círculos quemados de pólvora o pantera,
y otra llevó en su lomo liso como una copa
una rama de ríos tatuados en la luna.


Mas la línea espiral no sostenida
sino por aire y mar, oh
escalera, scalaria delicada,
oh monumento frágil de la aurora
que un anillo con ópalo amasado
enrolla deslizando la dulzura.

Saqué del mar, abriendo las arenas,
la ostra erizada de coral sangriento,
spondylus, cerrando en sus mitades
la luz de su tesoro sumergido,
cofre envuelto en agujas escarlatas,
o nieve con espinas agresoras.

La oliva grácil recogí en la arena,
húmeda caminante, pie de púrpura,
alhaja humedecida en cuya forma
la fruta endureció su llamarada,
pulió el cristal su condición marina
y ovaló la paloma su desnudo.

La caracola del tritón retuvo
la distancia en la gruta del sonido
y en la estructura de su cal trenzada
sostiene el mar con pétalos, su cúpula.

Oh rostellaria, flor impenetrable
como un signo elevado en una aguja,
mínima catedral, lanza rosada,
espada de la luz, pistilo de agua.

Pero en la altura de la aurora asoma
el hijo de la luz, hecho de luna,
el argonauta que un temblor dirige,
que un trémulo contacto de la espuma
amasó, navegando en una ola
con su nave espiral de jazminero.

Y entonces escondida en la marea,
boca ondulante de la mar morada,
sus labios de titánica violeta,
la tridacna cerró como un castillo,
y allí su rosa colosal devora
las azules estirpes que la besan:
monasterio de sal, herencia inmóvil
que encarceló una ola endurecida.

Pero debo nombrar, tocando apenas
oh Nautilus, tu alada dinastía,
la redonda ecuación en que navegas
deslizando tu nave nacarada,
tu espiral geometría en que se funden,
reloj del mar, en nácar y la línea,
y debo hacia las islas en el viento,
irme contigo, dios de la estructura.

Pablo Neruda
(Mollusca gongorina. Canto general.)





Caracol

En la playa he encontrado un caracol de oro
macizo y recamado de las perlas más finas;
Europa le ha tocado con sus manos divinas
cuando cruzó las ondas sobre el celeste toro.

He llevado a mis labios el caracol sonoro
y he suscitado el eco de las dianas marinas.
Le acerqué a mis oídos y las azules minas
me han contado en voz baja su secreto tesoro.

Así la sal me llega de los vientos amargos
que en sus hinchadas velas sintió la nave Argos
cuando amaron los astros el sueño de Jasón;

y oigo un rumor de olas y un incógnito acento
y un profundo oleaje y un misterioso viento...
(El caracol la forma tiene de un corazón).

Rubén Darío




Sobre tu nave —un plinto verde de algas marinas,
de moluscos, de conchas, de esmeralda estelar,
capitán de los vientos y de las golondrinas,
fuiste condecorado por un golpe de mar.

Rafael Alberti
("Marinero en tierra")






La concha

Tersa, pulida, rosada
¡cómo la acariciarían,
sí, mejilla de doncella!

Entreabierta, curva, cóncava,
su albergue, encaracolada,
mi mirada se hace dentro.
Azul, rosa, malva, verde,
tan sin luz, tan irisada,
tardes, cielos, nubes, soles,
crepúsculos me eterniza.

En el óvalo de esmalte
rectas sutiles, primores
de geometría en gracia,
la solución le dibujan,
sin error, a aquel problema
propuesto
en lo más hondo del mar.

Pero su hermosura, inútil,
nunca servirá. La cogen,
la miran, la tiran ya.
Desnuda, sola, bellísima
la venera, eco de mito,
de carne virgen, de diosa,
su perfección sin amante
en la arena perpetúa.

Pedro Salinas
("Seguro azar")